29 abril 2009

La muerte purpura (Sara Francis Fujimura)

Articulo publicado por la OPS (Organización Panamericana de la Salud)

ESTADOS UNIDOS EN GUERRA. VIRUS MISTERIOSO RECORRE EL MUNDO Y COBRA LA VIDA DE CIENTOS DE PERSONAS. LOS CIENTÍFICOS SE ESFUERZAN POR ENCONTRAR UNA CURA.

No se trata de un titular de marzo de 2003, sino de 85 años atrás. En 1918, cientos de miles de soldados estadounidenses llegaron a Europa para lo que serían las últimas ofensivas de la Primera Guerra Mundial.

Mientras, en casa, las niñas saltaban a la soga cantando:

I had a little bird
And its name was Enza
I opened the window
And in-flew-Enza

PIE DE FOTO: Las cifras estimadas de muertes a causa de esta pandemia: 21 millones a 50 millones en el mundo. Foto ©Ohio Historical Society

La influenza, o más exactamente la gripe española, dejó su huella de devastación, tanto en la historia del mundo como en la de Estados Unidos. El asesino microscópico dio la vuelta al mundo en cuatro meses, y cobró más de 21 millones de vidas. En Estados Unidos murieron 675.000 personas por causa de la gripe española —más víctimas que en la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, la guerra de Corea y la guerra de Vietnam juntas. Las compañías farmacéuticas trabajaban día y noche para producir una vacuna, pero el virus desapareció antes de que se pudiera siquiera aislarlo.

El libro America's Forgotten Pandemic: The Influenza of 1918, de Alfred Crosby, narra, desde una perspectiva estadounidense, la escalofriante historia de la epidemia de gripe más mortífera del mundo, y además presenta muchos detalles del alcance internacional de la epidemia. El libro se publicó por primera vez en 1990, pero luego del surgimiento del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), a comienzos de este año, volvió a publicarse en rústica en septiembre con un nuevo prefacio. El libro de Crosby y otras publicaciones acerca de la pandemia de 1918 (véase recuadro al final) son lecturas ilustradoras —aunque alarmantes— ahora, cuando comienza la nueva temporada de gripe en el hemisferio norte.

A pesar de su nombre, los investigadores creen que lo más probable es que la gripe española se haya originado en Estados Unidos. Uno de los primeros casos conocidos ocurrió el 11 de marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, Kansas. Las condiciones de hacinamiento y falta de higiene crearon un caldo de cultivo fértil para el virus. En una semana habían ingresado al hospital del campo 522 hombres aquejados de la misma influenza grave. Poco después, el Ejército informó de otros brotes similares en Virginia, Carolina del Sur, Georgia, Florida, Alabama y California. Los buques de la Marina, anclados en los puertos de la costa este, también notificaron brotes de influenza y neumonía graves entre sus hombres. La gripe parecía atacar a los militares y no a los civiles; debido a eso, el virus quedó opacado en gran parte por otros hechos más candentes que estaban de actualidad, como la Ley Seca, el movimiento de las sufragistas y las sangrientas batallas en Europa.

En mayo de 1918, la gripe empezó a ceder en Estados Unidos. Pero el sufrimiento no acababa allí. Los soldados de Fort Riley, ya listos para la batalla, incubaron el virus durante su largo e incómodo viaje a Francia. Al pisar las playas francesas, el virus explotó y atacó con igual fuerza a las tropas aliadas y a las del Comando Central. Los estadounidenses caían enfermos con "fiebre de tres días" o "la muerte púrpura". Los franceses contraían "bronquitis purulenta". Los italianos sufrían la "fiebre de las moscas de arena". Los hospitales alemanes se llenaban de víctimas del Blitzkatarrh o "fiebre de Flandes".

Sea cual fuere el nombre que se le daba, el virus atacaba a todos por igual. Las autopsias mostraban pulmones endurecidos, rojos y llenos de líquido. Al observarlo al microscopio, el tejido de un pulmón enfermo revelaba que los alvéolos, las células de los pulmones que usualmente están llenas de aire, se hallaban tan saturadas de líquido que las víctimas morían ahogadas. La asfixia lenta empezaba cuando los pacientes presentaban un síntoma singular: manchas de color caoba en los pómulos. Luego de algunas horas, tenían un color negro azulado, que indicaba cianosis, o falta de oxígeno. Cuando se hacía el triaje de cientos de pacientes, las enfermeras solían verles los pies antes que nada. Los que ya tenían los pies negros se consideraban desahuciados y eran apartados para dejarlos morir.

Lo más desconcertante fue que este virus atacaba principalmente a adultos sanos y fuertes. La gripe española cambió todos los patrones.

La dama española

La gripe española, llamada algunas veces la "dama española", recibió este nombre equivocado debido, en parte, a la censura de guerra. Tanto las fuerzas aliadas como las del Comando Central habían sufrido grandes pérdidas por causa de la gripe española, pero las partes en guerra restringían la información para que no llegara al enemigo, ya que podría utilizarla con provecho. Sin embargo, los periódicos españoles, que no estaban censurados, hablaban abiertamente de los millones de españoles que habían muerto durante los meses de mayo y junio de 1918 a causa de la gripe, y esta información llegó a todos los periódicos del mundo. España, ofendida por el poco halagador epíteto, acusó a Francia, diciendo que la enfermedad había venido de sus campos de batalla y había volado sobre los Pirineos, llevada por el viento. El nombre erróneo perduró hasta nuestros días.

Desde los campos de batalla de Europa, la epidemia evolucionó rápidamente hasta convertirse en pandemia; la enfermedad se propagó por el norte hasta Noruega, por el este hacia China, por el sudeste hasta la India y, por el sur, hasta Nueva Zelanda. Ni siquiera los habitantes de las islas permanecían inmunes. De polizón en buques y en portaaviones de la Marina, en navíos de la marina mercante y en trenes, el virus viajó hasta los rincones más alejados. En el verano de 1918, ya había asolado al Caribe, Filipinas y Hawai. La epidemia hizo estragos en Puerto Rico pero, asombrosamente, apenas tocó la zona del Canal de Panamá, la encrucijada del mundo en esa época. Se culpa al vapor "Harold Walker" de haber llevado la gripe a Tampico, México. En apenas cuatro meses, el virus había dado la vuelta al mundo y regresado a las playas de Estados Unidos.

La segunda y la tercera olas de la gripe española arremetieron contra Estados Unidos en los meses de invierno de 1918. En esta oportunidad, los civiles no permanecieron a salvo. Los pueblos indígenas del país, especialmente las tribus de Alaska, sufrieron enormemente. La gripe acabó con los habitantes de algunos pueblos de Alaska, mientras que otros perdieron la mayor parte de su población adulta. A los habitantes de las grandes ciudades también les fue mal. La ciudad de Nueva York enterró a 33.000 víctimas. Filadelfia perdió casi 13.000 personas en cuestión de semanas. En muchas ciudades, abrumadas por el número de cadáveres, se agotaron los ataúdes y algunos tuvieron que convertir los tranvías en coches fúnebres para satisfacer la demanda.

Crosby describe hasta qué punto estaban sobrecargadas de trabajo las empresas funerarias:

En algunos casos, los muertos se dejaban en la casa durante varios días. Las funerarias privadas estaban abrumadas, y algunas se aprovechaban de la situación subiendo los precios hasta un 600%. Se presentaron quejas de que los empleados de los cementerios cobraban 15 dólares por los entierros y hacían que los familiares mismos cavaran las tumbas para sus muertos.

La vida quedó en suspenso. En Boston, el gobierno cerró las escuelas públicas, los bares y otros espacios públicos. Los policías de Chicago tenían órdenes de detener a todo aquél que estornudara o tosiera en público.

Crosby narra la desesperación: "Muchas familias, en especial en los barrios pobres, no tenían ningún adulto lo suficientemente sano como para preparar las comidas y, en algunos casos, no tenían comida porque el que mantenía la casa estaba enfermo o había muerto."

Jeffrey Taubenberger, jefe de Patología Celular y Genética en el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas Estadounidenses, reconocido mundialmente como líder en la investigación sobre la gripe española, calcula que aproximadamente una tercera parte de la población de Estados Unidos se infectó con el virus. "Había una escasez enorme de atención médica de todo tipo", agrega. Los servicios médicos de muchas ciudades ya estaban sobrecargados por la guerra. Por ejemplo, una tercera parte de los médicos de Nashville estaba fuera del país atendiendo a militares cuando llegó la gripe española. Las enfermeras se convirtieron en un recurso invalorable, ya que los médicos que quedaban estaban abrumados y, en muchos casos también caían enfermos.

PIE DE FOTO: In Tokyo, schoolgirls wear face masks to protect them from the Spanish flu virus. Experts say a new mutant influenza strain like the one that caused the 1918 pandemic would likely spread much faster than the coronavirus that caused SARS. Photo © Bettman/Corbis

Crosby describe los horrores con que se encontraban las enfermeras, algunas de ellas recién salidas de la escuela y sin mucha experiencia práctica:

Las enfermeras a domicilio a veces se encontraban con escenas parecidas a las de los años de la peste, del siglo XIV.... Una enfermera encontró al esposo muerto en la misma habitación donde yacía su esposa con mellizos recién nacidos. Habían transcurrido 24 horas desde la muerte y los nacimientos, y la esposa no había comido nada, excepto una manzana que por casualidad estaba al alcance de su mano.

En 1918, los investigadores médicos carecían de recursos para identificar el origen de la gripe, con lo cual era imposible el hallazgo de vacunas. Además, debido a que la penicilina no se descubrió hasta 1928, los pacientes que superaban la gripe perecían más tarde debido a las infecciones secundarias, con neumonía bacteriana.

Año tras año, el mundo se enferma con un nuevo virus de la gripe. Muchas personas se infectan y otras tantas mueren. Pero ¿por qué fue tan mortal la pandemia de 1918? Al igual que otros virus, el de la gripe cambia constantemente. Esta mutación o variación antigénica suele ocasionar sólo cambios menores; por lo tanto, las compañías farmacéuticas logran contrarrestar la cepa de cada año con la vacuna adecuada. Sin embargo, según indican los registros históricos, cada 10 a 40 años el mundo sufre una pandemia de gripe que resulta de una variación antigénica mayor. El virus atraviesa una mutación tan drástica que el cuerpo humano ya no lo reconoce y se torna indefenso. La epidemia resultante se propaga antes de que los científicos puedan aislar el virus, para luego producir y distribuir una vacuna. Esto fue lo que ocurrió en 1918.

"La historia nos dice que se avecina otra pandemia –opina Kirsty Duncan, investigadora especializada en la gripe española y autora de Hunting the 1918 Flu: One Scientist's Search for a Killer Virus–. En muchos sentidos ahora somos incluso más vulnerables que en 1918. Viajamos y recorremos el mundo, además podemos ir de un continente a otro en cuestión de horas. Alguien que no sepa que tiene la enfermedad puede llevarla de un país a otro, y transmitirla a otros viajeros aun antes de tener signos de ella".

¿Podrá el mundo hacer frente a otra pandemia de gripe? "Sí, claro que podremos", dice Robert Webster, profesor adjunto en el St. Jude Children’s Research Hospital y experto en gripe. Cita los trabajos pioneros de Taubenberger para la creación de nuevas técnicas destinadas a analizar los cambios genéticos en los virus de la gripe. Los resultados de las investigaciones de Taubenberger sugieren que "si algo similar a la gripe española regresara hoy, los medicamentos actuales — Tamiflu, Flumadine, Symmetrel y Relenza— serían todos eficaces", afirma Webster. Y agrega: "Con la tecnología actual sumada a los resultados de Taubenberger, las empresas farmacéuticas podrían tener lista una vacuna con mucha rapidez".

Pero, ¿qué pasaría si surge un virus nuevo, distinto de los de la gripe, como el que causa el SRAS? "La cuarentena y la higiene permitieron que se controlara la epidemia de SRAS –agrega Webster–. No habría sido posible hacerlo con la gripe. Viajaría demasiado rápido como para controlarla solamente con cuarentena e higiene".

Sara Francis Fujimura es escritora independiente y reside en Arizona, EE.UU. Actualmente está trabajando en una novela para adultos jóvenes, ambientada en Nashville, Tennessee, durante el brote de influenza de 1918.

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